CONTEXTOS AFECTADOS, ESCRITOS AFECTANTES. EXPERIENCIAS DE RESIDENTES DE PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN ZONA OESTE ALTA DE LA CIUDAD DE SALTA.

“Implica una propuesta/respuesta de cambio. ¿Para qué? Para resolver una situación inicial que es leída de tal
forma que exige una acción o conjunto de acciones que la modifiquen en algún aspecto”

(Plaza, 2017, p.21-22)

Más allá de identificar la necesidad y riqueza de realizar lecturas de los modos de funcionamiento institucionales y comunitarios ante la situación de pandemia, no podemos dejar de lado que la complejidad e intensidad que ésta presenta es elaborada y vivida de manera muy singular por cada una de las personas que formamos parte de dichos espacios, lo que hace que nuestros comportamientos y creencias deban ser leídos también como expresiones subjetivas[1]. Así, son múltiples y variadas las re-acciones de lxs sujetxs[2], que en situaciones tan movilizantes y sensibles, son resultado de los mecanismos más arcaicos e instintivos que tenemos.

A esto se suma la consideración de que, si bien los CS y territorios en los que trabajamos se ubican geográficamente en la misma zona y tienen algunas características similares, no debemos desconocer que se trata también del análisis de dos experiencias de trabajo que presentan sus particularidades.

Sin embargo, algunas cuestiones se hacen evidentes e inevitables. Nos encontramos atravesando una situación sin precedentes y que al mismo tiempo se va modificando constantemente, lo que implica necesariamente capacitarnos, adquirir conocimientos y herramientas puntuales en relación a la temática y mantenernos actualizadxs en cuanto a la información oficial vigente. Esto representa un desafío para los equipos de trabajo, ya sea que vengan desarrollando estas acciones con anterioridad o no, porque conlleva un impacto y reacomodación en las dinámicas, objetivos y tiempos de trabajo preexistentes.

Pensar el hacer de los equipos de salud implica reconocer cuál es la tarea que debemos llevar a cabo, nuestros objetivos y la forma en que nos vamos a organizar. No es igual la tarea en un primer nivel de atención que la que se realiza en un hospital. Es por ello que, pensar acciones requiere de estar esclarecidxs sobre nuestras respectivas funciones. Sin embargo la situación de emergencia sanitaria ha traído consigo transformaciones radicales en nuestro hacer cotidiano, y con ello modificaciones en nuestros hábitos, en la forma en que habitamos los espacios, la redistribución y reacondicionamiento de los mismos. A su vez es un tiempo donde nuestro trabajo está acompañado por la espera, la incertidumbre y el cambio continuo. Sin embargo estas características no sólo están en nuestro trabajo, también forman parte de las otras áreas de la vida de las personas que constituyen los equipos de salud y de la población a la que asiste. Entonces vemos la necesidad de reconocer y legitimar las afectaciones, aquellas toman diversas formas en este tiempo. Algunas que fueron apareciendo son: miedo, enojo, negación, alteraciones en el sueño, angustia, compasión, frustración, motivación, agresividad. Las mismas imprimen registros en los cuerpos, en los pensamientos de lxs sujetxs, activan fantasías y generan conductas particulares.

Nos parece oportuno hablar, escribir y trabajar sobre estos aspectos. Para ello nos vamos a apoyar en las lecturas sobre las realidades institucionales de las cuales formamos parte y en lecturas sobre las realidades comunitarias de los territorios en los que trabajamos. Desde la Psicología Comunitaria reconocemos que dichas lecturas son fundamentales para pensar nuestras intervenciones, a su vez reconocemos que las mismas son dinámicas, es decir, hacemos base en ellas pero también sabemos que no son acabadas, por lo que es imprescindible una posición de apertura y de revisión de las mismas y de nosotrxs en esos procesos.

En la zona en la que nos encontramos trabajando durante este tiempo pudimos ir acercándonos a la población y conociendo las formas en que habitan la medida de cuarentena. Estas formas de acercamiento fueron de la mano de la campaña de vacunación de la gripe en la cual acompañamos a lxs agentes sanitarixs (AS) a las casas de la población identificada como de riesgo en la pandemia del covid-19, esto fue un lineamiento para los equipos del primer nivel de atención. Los acercamientos a la población también estaban dados por aquellas conexiones que desde nuestro hacer previo teníamos con personas de la comunidad, como ser redes y grupos barriales, referentes comunitarios, actores de las instituciones de la zona y pacientes.

Encontramos multiplicidad de vivencias en esos acercamientos, aquí haremos foco en las que se reiteran, en aquellas que aparecen como dificultades y también en las formas de afrontamiento de las mismas.

Por un lado notamos el valor que tomó durante este tiempo para la comunidad y los equipos de salud la vacuna antigripal, desde que comenzó la campaña la población la solicita, llama al centro de salud, acude al mismo, detienen sus vehículos y salen de las casas para preguntarnos por éstas cuando nos ven pasar. Es un movimiento llamativo ya que no suele ser así la demanda de la misma, incluso la población masculina que no frecuenta el servicio comúnmente, se movilizó este tiempo para solicitarla. Lo llamativo además es la preocupación y el anhelo con el que las personas esperan la vacuna, nos preguntamos entonces: ¿qué representación está teniendo la misma en este contexto de pandemia? Pareciera tener un efecto tranquilizador en la población que accede a ella, y también para algunxs miembrxs del equipo de salud, que se ven brindando un recurso a la comunidad.

Si algo no podemos desconocer de las personas con quienes trabajamos y de sus atravesamientos, es que las sensaciones de malestar e incertidumbre que genera la situación de pandemia traen consigo muchas otras sensaciones y preocupaciones propias de realidades tan complejas. Quienes se mantienen en el mercado informal del trabajo o sobreviven gracias a oficios que no están contemplados en las actividades exceptuadas, se ven imposibilitadxs de trabajar, lo cual impacta de forma directa en sus condiciones de posibilidad socio-económicas teniendo que decidir qué servicio priorizar, dejando en consecuencia necesidades insatisfechas o deudas pendientes; como así también hay personas que atraviesan situaciones de violencias o consumos problemáticos a las que hay que continuar acompañando y para las que la realidad actual implica un agravante. En este sentido, existen otras problemáticas que continuaron siendo. ¿Es posible verlas? “Hay una lucha por la interpretación de necesidades, de la cual el equipo profesional participa. Esta lucha y la posibilidad o no de la propia enunciación tiene consecuencias (directas-indirectas, intencionales-no intencionales)” (Plaza, 2007, p. 9)

Pues bien, aquí nos encontramos con otro aporte singular de nuestra práctica, que tiene que ver con trabajar en los “entres” de la comunidad y la institución, visibilizar necesidades, enunciar problemáticas e identificar los recursos que permiten afrontarlas. En este sentido, coincidimos con Plaza y otros (2000) en cuanto a que:

interesa saber qué se mueve, qué circula (sentidos, afectos, historia) entre este equipo profesional que viene a intervenir y este sujeto comunitario habitante del espacio comunitario.

Lo que sucede se da entre este sujeto y otro sujeto. Este “entre”, este espacio de interlocución y acción que de alguna manera da vida a la relación, éste es nuestro nudo de intervención. Es aquí donde se juega el proceso comunitario.

(p.16-17)

No es sin entrecruzamientos de diferencias y disconformidades o incomodidades, el modo en que puede darse esta relación. Sin embargo, la posibilidad de identificar ese nudo de intervención nos permitirá tanto ubicar con mayor precisión nuestro campo de intervención como aportar a la construcción de nuestro rol.

En este sentido, tanto el rol de la jefatura como la predisposición y plasticidad de los equipos se vuelve tan indispensable como inestable. Es necesario re-inventar formas de encuentro y comunicación que se adecúen a las condiciones del contexto, lo cual exige esfuerzos tanto individuales como colectivos, y en ello el conflicto aparece como una dimensión a analizar.

Para pensar sobre esas formas de encuentro, resulta pertinente retomar los aportes de Barrault y otros (2019) sobre los espacios de encuentro en su sentido general en tanto:

tramitación de lo distinto (…) en una perspectiva emancipatoria del cambio social. Partícipe así de las condiciones de producción de una subjetividad (y) en un sentido específico refiere a un dispositivo de trabajo en la Psicología Comunitaria (…) espacios de posibilidad del establecimiento de múltiples vínculos. Espacios de existencia, de posibilidad de encuentro, de modos de mutualidad, tramitación de conflictos, aprendizaje, complejización e historización de la relación, de transformación y sostenimiento múltiple de la subjetividad.

(p. 98)

Creemos en la necesidad de reunirnos, del encuentro. Pero ¿para qué?, ¿entre quiénes?, ¿con qué objetivo?, ¿qué lo moviliza?, ¿a quién le corresponde generarlo?

Encontramos allí oportunidad para poner en juego la especificidad de nuestro quehacer, realizando una lectura atenta de la singularidad de nuestros equipos a fin de encontrar las debilidades y los mecanismos más adecuados para afrontarlas. Al mismo tiempo, las condiciones contextuales nos demuestran que las estrategias de resolución individuales resultan insuficientes, y que, una vez más, el trabajo colectivo dialogado y en co-construcción aporta nuevos aprendizajes y resultados más apropiados ante la complejidad que nos atraviesa.

Tanto en nuestros equipos de trabajo como en los espacios comunitarios de los territorios en los que nos insertamos, habilitar formas de intercambio, de re-conocimiento del otrx, de toma de decisiones, de escucha y problematización, resultan tareas y herramientas propias de la Psicología Comunitaria.

Ahora bien, facilitar espacios de encuentro en las instituciones, ¿implica necesariamente trabajar en equipo? Los alcances de este dispositivo tendrán que ver con las condiciones de posibilidad que cada equipo permita emerger para ello. Por ejemplo, la presencia del Programa de APS en nuestros CS puede ser leído como un recurso en cuanto al vínculo con la comunidad y el conocimiento de las condiciones de vida de las familias; pero si este aspecto de la intervención queda solamente delegado a lxs AS, ¿qué lecturas, aportes, estrategias puede pensar e implementar el resto del equipo?; ¿y qué sucede con los sectores descubiertos por dicho Programa? Del mismo modo, la sola comunicación de los lineamientos de trabajo emitidos por estamentos gubernamentales o, peor aún, su demanda de obediencia sin posibilidad alguna de reflexión y recreación de los mismos, merece ser revisado y modificado para hablar en términos de trabajo en equipo.

Finalmente y retomando un aspecto insistentemente mencionado en este escrito, nos preguntamos: ¿qué se hace con tanto afecto sentido? Silvia Plaza (2007) plantea:

La afectividad es aquello que moviliza y hace que lo percibido en el mundo venga con un valor, un significado que afecta y luego lleva/mueve a actuar. En este sentido constituye el “motor hacia el mundo”, el móvil de la conducta en tanto aporta el impulso y los motivos para la acción y la desencadena.

(p. 9)

Pensamos entonces que la afectividad sentida puede encauzarse o re-encauzarse, seguramente no toda ni en todo momento, pero que en ella podemos encontrar una fuerza motorizante para la tarea. Pensamos en cómo algunos de los movimientos comunitarios emergentes en este tiempo son movidos por afectos como la compasión, la ternura, la indignación; tales como un grupo de mujeres preparando comida para personas en situación de extrema vulnerabilidad, vecinxs que hacen compras para vecinxs ancianxs, hijxs que cuidan a sus padres, entre otras acciones que se hacen presentes en los barrios. Así también la afectividad puede ligarse a formas de padecimiento subjetivo y colectivo, por lo que creemos que es propio de nuestra disciplina propiciar su identificación, no para resolverla sino para trabajar con ella.

Abril, 2020. Cecilia Cardozo Chacón y

Carolina Rivarossa

Referencias bibliográficas:

Barrault, O., Chena, M., Díaz, I. y Otros. (2019) Tramas que insisten. Cuadernos de Psicología Comunitaria N° 2, Serie Debates en Psicología Comunitaria. Cátedra de Estrategias de Intervención Comunitaria. UNC.

Plaza, S. (2007) Campo de la Psicología Comunitaria. Ficha de cátedra de Estrategias de Intervención Comunitaria. Facultad de Psicología, UNC.

Plaza, S. y Otros. (2000) Cuadernos del Campo Psicosocial. Panel sobre Roles y Prácticas en Psicología Social Organizado por la Cátedra de Psicología. Facultad de Psicología, UNC.

Notas:

[1] Texto producido en el marco de la Capacitación Online: “INTERVENCIONES Y APORTES DESDE LA SALUD MENTAL EN ÉPOCAS DE PANDEMIA” por residentes de primer y segundo año de la Residencia de Psicología Comunitaria.

[2] Posicionándonos desde una perspectiva de género no binaria, utilizaremos la “x” para contemplarlo en el modo de escritura.

Fuente de imagen de portada: https://www.lavanguardia.com/magazine/diseno/20200401/48209622774/artte-confinamiento-fotos-cuadros-borrar-coronavirus.html

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